Luna, mi confidente

 

La luna nunca necesita preguntar,
porque ya sabe lo que guardo
en el rincón más callado de mi alma.
No hace falta hablar,
solo mirar cómo su luz se derrama sobre todo
y cómo todo se queda en silencio,
como si el universo escuchara
solo el eco de mis pensamientos.

Cuando la noche me cubre,
cuando el silencio pesa más que las palabras,
es ella quien me entiende,
quien guarda mis secretos
sin pedir nada a cambio.
Sus rayos son un abrazo suave
que me dice todo lo que no dije,
todo lo que me guardé en el pecho.

A veces siento que la luna está allí,
esperando mi mirada,
como una amiga fiel
que sabe cómo calmar los temores
sin decir una sola palabra.
Y yo, con mis ojos perdidos en su brillo,
le entrego mis pensamientos más profundos,
con la certeza de que no necesita que los diga en voz alta.

En sus fases veo mi propia evolución,
mis días de plenitud,
mis noches de oscuridad.
Y siempre, siempre,
ella está ahí,
firme, tranquila,
como un faro que no necesita moverse
para iluminar lo que está en mi interior.

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