El café entre nosotros...


Nos sentamos sin prisa,
el café humeando entre nosotros
como un suspiro suspendido en el aire,
tan cálido como las palabras no dichas.
Tus ojos, más claros que el café,
se pierden entre mis gestos,
y no hace falta hablar para entendernos.

El sonido del azucarillo al chocar con la taza
es la música suave de un instante perfecto,
de esos que no necesitan promesas,
solo la certeza de que, aquí,
el tiempo se queda quieto.
El mundo sigue girando,
pero en este rincón,
el único latido es el de nuestras miradas.

Tus dedos rozan la taza,
y por un segundo, el aire se llena de algo más,
como si ese simple gesto
fuera un secreto compartido
sin palabras,
pero con todo el significado que el alma puede abrazar.

Así, en este rincón,
las horas se alargan,
el café se enfría,
pero todo sigue cálido:
tu risa, mi silencio,
el espacio entre nosotros
donde no hay necesidad de decir más
porque lo entendemos.

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