Dónde duermen los silencios...

Hay miradas que no necesitan lenguaje,

presencias que bastan
para entender lo que duele sin nombrarlo.

Tú eras eso.
Una ausencia disfrazada de risa,
un grito disfrazado de calma.
Caminabas por la vida
como quien se quema lento
y aún así, quiere encender a otros con su luz.

Te vi romperte sin romper a nadie.
Te vi desaparecer en tus escapes
y regresar con ojos que ya no miraban igual.
Pero aun en tu caos,
eras un refugio para las almas que sabían mirar más allá.

Tu historia no cabía en palabras,
ni en juicios,
ni en finales justos.
Tu partida fue un eco
que todavía recorre las esquinas de lo que fui contigo.
Y aunque el mundo siga girando,
hay días en que todo se detiene
porque tu ausencia todavía pesa.

No te escribo con tristeza,
sino con ese amor silencioso
que aprendí a guardar entre versos
y en lugares donde solo tú sabías mirar.
Quizás allá, donde duermen los silencios,
te llegue este poema como un abrazo
que no te di a tiempo.

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