Caricia desde el cielo
Te soñé anoche.
Apareciste entre sombras suaves
como un susurro que cruzó el umbral
entre el cielo y mi almohada.
Saltaste con tu gracia de siempre,
y ahí estabas,
con esos ojitos que hablaban más que mil palabras,
mirándome como antes,
como si nunca te hubieras ido.
Te acurrucaste en mi pecho
y el tiempo se volvió liviano,
como cuando los días no dolían
y tu ronroneo me envolvía el alma.
No dijiste nada,
pero yo entendí todo.
Que estás bien,
que no hay más dolor,
y que aún me cuidas desde ese lugar
donde los seres más puros
esperan sin prisa.
Desperté con el corazón tibio,
y aunque ya no estabas físicamente,
sentí tu presencia tan cerquita
como una caricia que no se ve,
pero sana.
Te soñé
y fue tan real
que por un momento
el cielo bajó a abrazarme.
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